Heridas en la tierra
Los muros están impuestos por odio decía un hombre de cabello largo u una piochita larga, con odio decía mientras apretaba sus puños y miraba lo inmenso del desierto, mientras las aves volaban sobre aquel cielo lleno de nubes negras oscuras, el recuerdo no era más que un cuerpo olvidado en el desierto olvidado por quién? Por los amigos o compañero de viaje y por todos aquellos que ni si quiera rastrean su pasado, a él lo atormentaban esas historias que había sufrido tanto el verlo caer poco a poco muerto de sed primero y después caer sobre la tierra que ya lo abrazaba él era apenas un niño que se sostenía de la mano de su madre.
A veces el desierto lo levantaba de sus sueños con harta sed maldito desierto nunca tiene agua para beber la poca que hay desaparece, recordar la llagas de los pies y el sudor que se pega a la piel y todo porque él no entendía nada solo que huían de los ojos de alguien que los vigilaba con el odio más grande del mundo, eso si lo podía sentir él era como si por pocos arbusto o las montaña los mirara el demonio frio y calculador, sabía también que había que cruzar una línea un muro algo que cada vez estaba más lejos o más cerca esto según las voces de los compañeros.
Cuando cayó la primera noche en ese desierto el durmió abrazado a su madre a su cuerpo a su vientre su madre ya no despertó de ese sueño el tubo que olvidarla en aquel desierto la enterraron era justo hacerlo ante los ojos del niño que con sed y harta hambre miraban como aquellos hombres dependían a su madre, mírala le decían mírala por última vez mientras el muchacho tomaba su mano fría en medio de la tierra ardiendo, adiós madre se dijo en silencio mientras aquellos hombre arrojaban el cuerpo a un oyó no tan profundo, siguieron el camino el ya no tomaba de la mano a nadie es más sentía que no tenía manos ni brazos que se habían quedado atrás.
Así suspendido de las vallas de que dividían al norte del sur aquel hombre alto y flaco miraba aquel desierto ya poblado siempre regresa a ver por las rendijas de los muros y se dice; hay está enterrada mi madre a cientos de kilómetros, de niño nunca supo descifrar con palabras lo que sentía, ahora sabe que es odio de alguien invisible asía ellos a los que desterró la guerra maldita guerra, ya grande sueña que jamás soltó la mano de su madre eso los hace caminar un poco más en la vida caminar cansado en un país ajeno y algún día piensa morir cansado y con mucha sed y hambre
Carlos Macias Esparza
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