martes, 12 de enero de 2016

Las pesadillas de Méndez(De relatos de un buen policía)

Las pesadillas de Méndez


No podía dormir solo las  pastillas los hacían conciliar el sueño, que sueño ni que nada, cuando dormía venían esas pesadillas, entonces ya daba miedo dormir, tan solo el pensar que pesadilla podría suscitarse, lo mantenía con el ojo pelón, entonces venía el café y el cigarro, para entonces era la madrugada, entonces caía en las sabanas.

Hay estaba Méndez luchando en medio de las sabanas sudando, su cuerpo se retorcía como si le estuvieran dando choks eléctricos, como si tuviera un ataque de epilepsia, apretando el puño y el sudor que humedecía las sabanas.

Entonces la mente situaba el sueño, hay estaba Méndez en medio de una noche obscura el y su patrulla, ve pasar un coche a exceso de velocidad, emprende la captura lo al cansa el otro coche se para, y el baja de su patrulla, el conductor baja la ventanilla, el copiloto es una mujer bellísima le coquetea le enseña las piernas, el mete la cabeza sobre la ventana para ver mas de cerca, pero  lo toma del cuello y prende el coche, lo arrastra varios metros, su cuerpo queda tirado sobre el asfalto, Méndez despierta 


                                         fotografia, archivo colectivojoserevueltas

Es hora de ir a trabajar aunque ahora haya dormido unas cuantas horas, se baña y se viste se ve en un espejo grande donde se pueda ver su cuerpo completo, se ve algunas veces a soñado que no tiene cabeza, que no la encuentra en el espejo, se pone su chaleco anti balas su gorra sale de casa cuando se aleja recuerda que una ves soñó que se quemaba su casa el había decidido tirarse del segundo piso y veía se cabeza desecha en la banqueta, mientras la gente juzgaba su muerte.

Para entonces ya venia otra pesadilla diferente esa que solo los hombresillos como el podían tener exceso, la de patrullar la Ciudad.

Ya en la patrulla recuerda cuando llego a casa de su mama presumiendo el empleo, policía hijo?, policía. Quien te manda ser policía, tan buen hombre que podías ser.


A las tres semanas lo querían despedir se había escondido tras una balacera, a la otra semana el se quería marchar. Para ya asían eco las palabras de mama; Quien te manda muchacho a hacer polecia, quien te manda.

Carlos Macias Esparza

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