lunes, 22 de octubre de 2018

Poner el pie del otro lado del mundo

Poner el pie del otro lado del mundo


La población estaba cerrada con odio y con piedras. Cerrada completamente como si sobre sus puertas y ventanas se hubieran colocado lápidas enormes, sin dimensión de tan profundas, de tan gruesas, de tan de Dios.

José Revueltas/ Dios en la tierra

La abuela recolecta leña para el calentón hay que salir con ella a buscarla hay que llegar lo más lejos posible, camino con la abuela y su seriedad es asombrosa solo un par de palabras en el trayecto, llegamos a la sequía nos paramos un poco a mojarnos los pies, me quedo viendo a un árbol justo ahí hay un nido de pájaros le tengo que decir a mis tíos, que regresarán un pronto del río bravo con un poco de dinero tenemos que atraparlos para venderlos aunque nunca hemos realizado tal venta siempre los soltamos nos duele tanto su tristeza

Tal ves por eso mis tíos se dedicaron a pasar indocumentados en un la lancha o en llantas no les gustaban las divisiones las paredes, recuerdo verlos desde el más alto del río bravo en esos mementos llevaba harta agua, las caras de ellos era de asombro cuando cruzaban y felicidad y éxito, maldita palabra que detesto tanto, esa palabra nace de una crueldad competitiva que si no la sabes emplear te vuelves un mostro del mercado.

Bien un poco de juego para los niños dentro rió y mis tíos que buscaban plata por debajo de las aguas y yo que me sostenía del muro para que no me llevaran la corriente del agua, tenía miedo pues un día bajo esas aguas en lugar de sacar un pez bagre para comer sacaron a un hombre helado pálido tieso, era la primera vez que vi a la muerte todos asombrados lo miraban y yo me imaginaba todo lo que tuvo que recorrer ese hombre para morir así arrastrado por la corriente de un río el agua era algo así como todo el coraje del mundo que lo arrastraba mientras él luchaba contra todo con todas sus fuerzas las mismas fuerzas que los sacaron de su casa, de su barrio de su hogar para encontrar lo que ofrece el mundo muerte morir en el desierto con toda el agua no bebible como ahogando todos sus sueños.

Carlos Macías Esparza

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