jueves, 25 de abril de 2019

Feminicidio en México: 25 años de impunidad Guadalupe Andrade Olvera David Barrios Rodríguez

Feminicidio en México: 25 años de impunidad 

                                                                                 Guadalupe Andrade Olvera

                                                                                  David Barrios Rodríguez 



                                          Fotografía de Andrea Guerrero Venzor

Nadie presta atención a estos asesinatos, pero en ellos se esconde el secreto del mundo

2666 Roberto Bolaño

Yo creo que lo que está sucediendo aquí desde 1993 es un negocio redondo con ellas. Cuando digo un negocio redondo es desde que las secuestran, yo creo que las usan, luego las explotan totalmente, en todo sentido. Si no explotan sus huesos es tal vez porque su dinero o su tecnología no les haya dicho que en el hueso todavía hay algo que sacar.
Francisca Galván (abogada y activista contra los feminicidios en Ciudad Juárez)


Desentrañar la barbarie

La propagación de distintas formas de violencia en México caracteriza el recorrido del país en el Siglo XXI. Esto ha ocurrido en el marco de una estrategia de militarización de la seguridad pública que de manera alarmante, ha provocado el asesinato de cientos de miles de personas. Para contrastarlo con el recorrido colombiano, baste considerar que en el periodo 2006-2018 han sido asesinadas alrededor de 250 mil personas, una cifra mayor al periodo 1958-2012 reportado por el Informe Basta Ya para el país andino y que suele ser considerado un ejemplo de violencia estatal y social a nivel mundial. Algo similar ocurre con el fenómeno de la desaparición forzada, que para México en estos 12 años establece un estimado de 40 mil personas de las cuales se desconoce su paradero y que superan los datos más difundidos sobre dictaduras emblemáticas del Cono Sur como Chile, Argentina y Uruguay durante la segunda mitad del siglo pasado.

Sin embargo, consideramos que el paisaje mexicano en implosión no debe ocultarnos las expresiones específicas que comporta. Un ámbito que ha resultado invisibilizado y negado es el incremento y sofisticación de las formas de violencia contra las mujeres. El lanzamiento de la “guerra contra el narcotráfico” acrecentó este tipo de asesinatos, principalmente en lo que respecta a las mujeres jóvenes y precarizadas, después de un mínimo histórico registrado en 2007. Entre los años 2012 y 2016 se observaron estadísticas por encima de los 2 mil setecientos feminicidios, con una tendencia de 7 mujeres asesinadas por día. Esto escaló aún más para enero de 2019 en que se reportan cifras de 10 mujeres asesinadas cada día en el país.

Tabla I

Lo anterior, que ya es en sí mismo sintomático de una sociedad atravesada por la violencia, comporta otras características que es preciso develar. En el presente texto sugerimos la hipótesis de que el asesinato sistemático de mujeres, así como el incremento en la exhibición de la crueldad con la que se les asesina, normalizan el fenómeno restándole sensibilidad y tratamiento social al problema. Consideramos que la instalación de la violencia feminicida en el escenario cotidiano, como expresión extrema, eleva el umbral de las violencias cometidas contra las mujeres. También amedrenta y desvaloriza sus vidas. De manera que la desaparición forzada de niñas y adolescentes, las violaciones, la tortura, explotación sexual y laboral, el acoso callejero y la generalización de las violencias machistas, se reproducen y justifican con pasmosa naturalidad en el mismo círculo de impunidad.

Tabla II

La incubación del feminicidio en Ciudad Juárez

Antes de la caída de México en este abismo con el lanzamiento de la estrategia de guerra gubernamental, Ciudad Juárez funcionó como laboratorio de una serie de políticas que serían instrumentadas después en el resto del país. En términos económicos y desde la mirada oficial y del gran capital fue presentada como una ciudad modelo de globalización, puesto de avanzada de la implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. En términos políticos, fue uno de los primeros lugares donde hubo triunfos del Partido Acción Nacional (de derecha) y que a la larga dio lugar a la alternancia con el Partido Revolucionario Institucional, lo que funcionó durante las últimas décadas como una suerte de bipartidismo neoliberal, coloquialmente conocido como PRIAN.

A partir de 1993 emergen a la opinión pública los casos de decenas y después cientos de mujeres que desaparecen en la ciudad y reaparecen después de ser asesinadas, mutiladas y con muestras de tortura sexual en distintos parajes de la ciudad. Sin embargo, es hasta 1998 que el movimiento de familiares de las víctimas, en compañía de activistas y académicas consiguen caracterizar los asesinatos desde la categoría feminicidio. En su definición más básica constituye una metodología feminista para entender y denunciar el asesinato misógino de mujeres cometido por hombres, por razones de sexo y género[i].

Gayle Rubin define el sistema sexo/género como el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en la cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas. Por lo tanto la subordinación de las mujeres es consecuencia de las relaciones que producen y organizan el sexo y el género. El género no es algo que está dado, sino que se construye a partir del sexo, interpretado desde el discurso hegemónico de forma binaria. De esta manera el feminicidio se ha entendido también desde el feminismo como una práctica de violencia masculina para castigar a las mujeres que no respetan lo normativo al género. A pesar de ello, el Estado mexicano se ha resistido a introducir la categoría como tipificación penal a nivel federal, si bien algunas legislaciones locales lo han incorporado.

Actualmente el feminicidio está contemplado en varias jurisdicciones latinoamericanas: Costa Rica (2007), Guatemala (2008), Chile (2010), El Salvador (2010), Perú (2011), México (2011), Nicaragua (2012) y Brasil (2015). En la academia se continúa desarrollando su definición y los movimientos sociales han logrado legitimar su presencia en el discurso público. Pese a ello, no se ha registrado una disminución del asesinato de mujeres en ninguno de estos países y nuestra región tiene los mayores índices en feminicidios a nivel mundial.

Después de 2018 cuando se cumplieron 25 años de la emergencia pública de estos crímenes en Juárez, ciudad vuelta emblema de este tipo de violencia contra las mujeres, resulta sorprendente e inquietante que aún no se sepa con claridad qué es lo que ha permitido que esto haya sucedido y que no deje de suceder.

Proponemos observar la relación entre esa condición de violencias desbordadas y la conformación de Juárez como un laboratorio social de distintas políticas, en las que ha tenido un papel determinante la violencia estructural que ha sido pacientemente confeccionada desde hace décadas. En términos laborales, desde la década de los sesenta, pero con mayor énfasis desde los años ochenta, fue punta de lanza del modelo productivo maquilador, mismo que contribuiría a la redefinición de las relaciones laborales en distintas regiones del planeta. La cara oculta del auge maquilador, es que trajo consigo modificaciones en las condiciones laborales que después se generalizarían con el neoliberalismo y que en el caso de la maquila, implican una competencia con otros países por contar con los salarios más bajos en pos de “competitividad”; así como otras características identificadas con la “flexibilización laboral”, que elimina la seguridad de las/los trabajadores en beneficio de la acumulación de capital. A partir de ello se han precarizado las condiciones de trabajo y se ha restringido la organización laboral. A esto hay que agregar que las actividades desarrolladas en las maquilas consisten en movimientos repetitivos, desgastantes y en los que se esfuma todo contacto con el resultado del trabajo.

A ello agregamos la cualidad fronteriza de la urbe que, por un lado, abarata los costos de producción y transporte hacia Estados Unidos, y por otro es un lugar en que constantemente se renueva la mano de obra dispuesta para trabajar en las maquiladoras. Es una ciudad abierta para el cruce de mercancías y cerrada para el tránsito de personas. Cuenta con una población flotante conformando un tejido social no convencional: en ocasiones habitando la ciudad de manera provisional al intentar arribar a Estados Unidos o vinculándose al trabajo en las plantas maquiladoras por un cierto tiempo.

Como señalábamos al inicio, es a partir de 1993 que comenzó a hacerse público el asesinato sistematizado de mujeres, en muchos casos vinculadas al trabajo en los parques industriales. A pesar de la resonancia que tuvieron estos crímenes, el asesinato de niñas, adolescentes y mujeres en Ciudad Juárez se ha mantenido constante, con alzas considerables en ciertos periodos como entre 1995 y 1996 y más acentuado aún, con un incremento en una tasa de 26.68 por ciento entre 2008 y 2010. En Juárez a las mujeres se les continúa privando violentamente de la vida en un contexto cada vez más complejo que pareciera extenderse a otras regiones del país. Por ello conviene ubicar las especificidades de la violencia feminicida distinguiendo los tipos, móviles, estrategias, así como su dimensión expresiva y simbólica.

En este sentido resulta útil la periodización que propone la investigadora del Colegio de la Frontera Norte, Julia Monárrez (2015), donde ubica dos tiempos y dos modalidades distintas de violencia extrema contra las mujeres. En primer lugar la violencia feminicida del pasado, que se reconoce a partir de 1993 como mecanismo disciplinar para la modernización de la ciudad maquiladora, en supuestos tiempos de paz en los que se reproducen tres elementos en la manera de asesinar mujeres:

1) Los códigos: las víctimas son identificadas como mujeres jóvenes, morenas, estudiantes, obreras, niñas, todas ellas económicamente marginales.
2) La firma: la violencia feminicida es acompañada por otras violencias antes del exterminio, como desaparición, tortura, mutilación, y/o violación.
3) La sexualización del crimen: La marca de violencias sexuales en el acto feminicida o la sobre exposición del sexo en los cadáveres depositados en escenarios transgresores.

En segundo lugar, la violencia feminicida contemporánea cuyo inicio se puede ubicar en la primera década del siglo XXI. Esta se reorganiza con mayor fuerza a partir de 2008 con el lanzamiento de la guerra contra el narcotráfico como proyecto estatal. Las mujeres en este segundo ciclo de la violencia feminicida mueren “rafagueadas” (acribilladas), “levantadas” (secuestradas por comandos armados), “encobijadas” (apareciendo asesinadas envueltas en frazadas), “enteipadas” (asesinadas, amordazadas y maniatadas con cinta adhesiva), acuchilladas o estranguladas.

A continuación señalaremos las características de ambos periodos y las continuidades con la generalización de estos crímenes en el México contemporáneo.

La violencia feminicida del primer ciclo

En la década de los años noventa, la disputa por el esclarecimiento de los crímenes se enfrentaba, por un lado, con la condena social que hacía de las jóvenes responsables de su muerte: se les acusaba de llevar una “doble vida”, de comportamientos considerados inmorales, o por adoptar hábitos transgresores de la tradición (incluida la autosuficiencia económica). Esta imagen, especialmente de aquellas trabajadoras de las maquilas que los fines de semana salían a divertirse a los bares y cantinas, las hizo acreedoras del sobrenombre de “maquilocas”. Esto posibilitó desde aquellos años la proliferación de alocuciones, ahora aplicadas al resto de la población, en el sentido de afirmar que: “en algo andaban”, “por algo habrá sido”. La construcción social de ese estigma también es perceptible en la forma de referirse a las mujeres asesinadas como “las muertas de Juárez”, con lo que se diluía el marco de violencias en el cual se desarrollaba el fenómeno. Por otro lado, cuando Juárez era promovida como modelo de la globalización por las actividades económicas ahí desarrolladas, autoridades del gobierno y grupos empresariales consideraban que la denuncia por la desaparición y asesinatos de mujeres constituían una campaña para deteriorar la imagen de una ciudad “pujante”.

En relación a estos crímenes se han formulado las más diversas hipótesis. Desde la presencia de asesinos seriales, producción de películas snuff, ritos de iniciación para los integrantes de los grupos delictivos o la existencia de un ilícito transnacional que vincula a gente poderosa en ambos lados de la frontera.

En todo caso, de nada sirvieron las investigaciones de las policías locales y las instancias de procuración de justicia nacionales, quienes inculparon a presuntos asesinos seriales e incriminaron a chivos expiatorios cuyas confesiones fueron sacadas mediante tortura. También han entregado a las familias restos que no coincidían con las de sus jóvenes desaparecidas. Ni siquiera resultaron del todo esclarecedoras las intervenciones de actores internacionales como el Buró Federal de Investigación de Estados Unidos (FBI) o el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Tampoco han sido suficientes las profusas y en muchos casos valiosas investigaciones desde el ámbito del periodismo y la academia para saber a ciencia cierta cuáles fueron los agentes que produjeron ese dramático fenómeno. El Estado mexicano que incluso ha recibido una sentencia por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el caso conocido como “Campo algodonero”, se ha limitado a cumplir con algunos de los resolutivos de la misma, excluyendo aquellos puntos que introducen la posibilidad de justicia para las jóvenes asesinadas y sus familias.

Violencia feminicida del segundo ciclo

Sin embargo, lo peor aún estaba por llegar. En 2008 a partir del despliegue en la ciudad fronteriza de 8 mil efectivos militares, fue ubicada como la urbe más violenta y peligrosa del planeta. Comandos clandestinos que se movilizaban dentro de una ciudad sitiada por las fuerzas federales sembraron el terror en Juárez. Masacres en centros de atención de adicciones, fiestas juveniles e incluso dentro de cárceles, dieron paso a la modalidad de ejecuciones diarias de personas desarmadas en la vía pública. En 2011 cuando comienzan a decaer las cifras de asesinato, se estima que 9 mil personas habían muerto en la ciudad durante ese periodo de violencia. Organizaciones sociales renombraron a Juaritos como el epicentro del dolor y la barbarie.

Es precisamente durante este lapso de tiempo que la desaparición y asesinato de mujeres se incrementaron como nunca antes. En esta nueva etapa los crímenes fueron ocultados a partir de la instalación de un “sentido común” que señala que cualquier muerte violenta está relacionada con pugnas entre facciones del “crimen organizado”. Por otra parte, lo que ha revelado la movilización de madres y familiares, así como investigaciones puntuales, es que la ocupación militar y el enfrentamiento entre las distintas organizaciones de la economía criminal ilegal, reforzaron y ampliaron el circuito de trata de mujeres con objetivos de explotación sexual. Policías, militares e integrantes de los brazos armados de los cárteles elevaron la demanda que llevó al incremento en la desaparición y asesinato de mujeres en la ciudad. En relación a ello, es posible establecer un vínculo entre lo que ocurrió en Juárez en ese momento y su extensión ulterior a otras geografías del país. La proliferación de armas de fuego gracias a los controles laxos de tráfico ilegal, la ocupación militar del espacio público, la evolución del fenómeno migratorio que fue incorporada como actividad de las estructuras de la economía criminal ilegal, así como otras actividades más, encubiertas por “la guerra contra el narcotráfico” han garantizado los medios para el asesinato anónimo de miles de mujeres en el país. Se trata de las cifras negras del feminicidio que se ocultan en las “bajas colaterales” de la guerra.

Respecto a Juárez, de nuevo las calles del Centro de la ciudad fueron identificadas como el lugar donde un modus operandi perfeccionado durante más de veinte años reproduce la desaparición sistemática de mujeres de sectores populares. La confesión en 2015 de un grupo de personas involucradas en estas desapariciones permitió conocer algunos elementos del funcionamiento de estas redes.[ii]

El acto feminicida en este segundo ciclo presenta una clara transición hacia el espacio público. Su distribución espacial tiene una mayor incidencia en lotes baldíos y vialidades principales, dos elementos predominantes en la configuración de la ciudad. De tal manera que 80.61 por ciento de los casos de feminicidio contabilizados desde 1993 hasta 2010 tuvieron lugar en estos lugares, 48.41 por ciento en lotes baldíos y 31.80 en vialidades principales.

El grupo más vulnerable a la violencia feminicida, de acuerdo a los casos contabilizados en ambos ciclos, corresponde al de mujeres entre 20 y 29 años de edad. En Juárez en este lapso (1993-2010) se presentaron 228 casos, que significó el 25.7 por ciento del total. A este grupo le sigue el de las víctimas entre 30 y 39 años, que acumuló el 23.6 por ciento del total.

La muerte de la mayoría de las víctimas no se debió a una sola agresión, los cuerpos manifiestan múltiples actos violentos. No obstante, se acentúa una diferencia entre el primer y el segundo ciclo. En el primero, golpes y armas blancas corresponden al acto letal, mientras que en el segundo la muerte es provocada por arma de fuego, los casos de este tipo en el mismo periodo son 449 (50.6% del total). Hasta 2007, antes de que se pusiera en marcha el Operativo Conjunto Chihuahua (ocupación militar de la ciudad), los feminicidios ejecutados con arma de fuego habían sido 129 por lo que no representaban el principal tipo de agresión. Fue hasta 2008 que el arma de fuego se comenzó a utilizar como el principal instrumento para el acto letal en Juárez y el resto del país. En Juárez el promedio de nueve víctimas anuales entre 1993 y 2007 ascendió hasta 88 en 2008, 146 en 2009 y 86 hasta junio de 2010.

Estimaciones más recientes, señalan que en estos 25 años han sido asesinadas alrededor de 1,779 mujeres en la ciudad (Martínez Prado, 2018), aunque habría que considerar tanto la cifra negra, como el fenómeno de desaparición forzada vigente y la actualización del fenómeno. Las 11 regiones críticas del feminicidio en ambos ciclos se han ubicado en zonas consideradas de “exclusión social” en la periferia de la ciudad, lo que implica déficits en acceso a servicios públicos, equipamiento e infraestructura urbana, seguridad pública, y condiciones de marginalidad y pobreza.

La sociedad patriarcal que se devora a sí misma

Aunque el aumento más drástico del feminicidio en Juárez ocurre en el marco de la guerra en el espacio público, señalamos la posibilidad de que esto influya en el incremento y las formas de los feminicidios en los espacios domésticos. Para ello recuperamos el planteamiento de Rita Segato a partir de su investigación en Ciudad Juárez en donde propone la existencia de violencias bélicas, de crueldad sobre el cuerpo femenino para simbolizar la destitución del enemigo como fuerza respetable “que son de manual, y que luego reingresan al campo de lo doméstico” (Segato, 2016). Consideramos que el abandono de cadáveres femeninos que ostentan las marcas de múltiples tipos de violencia además de la letal, como un ejercicio que se reitera en el espacio público, normaliza la violencia feminicida y la generalización de las violencias machistas en la práctica cotidiana, más allá de la participación de grupos del crimen organizado. Esto, aunque dichos grupos protagonicen la inauguración de nuevas y más crueles formas de aniquilamiento que se instauran en el resto de relaciones sociales.

Desde hace 25 años, pero sobre todo con la violencia feminicida correspondiente al segundo ciclo al que hemos aludido, convivimos con imágenes de la violencia feminicida exhibida no sólo sobre los cuerpos de las víctimas en el espacio público, sino re interpretada y masificada a través de la prensa, la televisión y el internet. Este patrón periodístico que tuvo inicio en el país con el caso de Juárez, en el que sin ninguna responsabilidad se publicaban fotografías de los cadáveres femeninos, desnudos o semidesnudos, en las portadas de los diarios locales, se ha expandido en la cotidianidad del país como elemento refuncionalizador en la forma de reproducción del espacio. Exponemos a continuación algunas implicaciones.

Fotografías 1 y 2 (espectacularización feminicidio)

La presentación permanente del feminicidio en nuestra cotidianidad, le otorga una calidad de espectáculo público, que si bien ha sido un elemento detonante para que se le preste atención al asesinato de mujeres en el país, produce un auditorio aterrorizado, pero que también asiste resignadamente al espectáculo de la violencia con una creciente naturalidad. La velocidad con que un caso reemplaza al anterior, un día tras otro, desgasta la capacidad de registro de la comunidad y le resta profundidad a su tratamiento. Convirtiéndolo en una noticia más del día, en un hecho banal, superfluo.

Las fotografías que se viralizan en los medios exhiben los cuerpos con un conjunto de mensajes textuales y simbólicos que fortalecen la idea de vulnerabilidad y desvalorización sobre la vida de las mujeres en general. Reproducen la normatividad que se le atribuye socialmente al género femenino o feminizado. Ya que si bien no todos los casos presentan evidencia de violación sexual, el cuerpo de las víctimas está más presente que en otro tipo de asesinatos. Como señala Mariana Berlanga (2018), en el feminicidio el cuerpo sexuado aparece sobre expuesto en el espacio, en ellos recae la violencia en su máxima expresión, más allá del homicidio. En palabras de Rita Segato (2016) en ellos se escriben las violencias brutales del patriarcado de alta intensidad.

Estas violencias expuestas en los cadáveres, que muestran una aproximación sobre los niveles de sufrimiento a los que fueron sometidas las víctimas, reiteran también una política de miedo. Pero no un miedo neutral, sino atravesado con expresiones de género que permitan comunicar de manera eficiente la existencia de “vidas precarias” como las denomina Judith Butler (2006), a un público específico: las equivalentes a esos cuerpos. Caracterizadas además de la condición de sexo y género como personas precarizadas, de bajos ingresos y por lo tanto de bajo valor social.

Bajo esta representación, el feminicidio contiene un gran significado político. Como mencionábamos, centra el cuerpo femenino como territorio de guerra en el que son experimentadas nuevas formas de crueldad y aniquilamiento, que en tanto ejercicio masculino, autoriza la reproducción de esas violencias no sólo por parte de poderosos grupos criminales, sino como acción por medio de la cual los hombres pueden reafirmar su poder dentro de su propio círculo de dominio, como el doméstico en la organización de la sociedad heteropatriarcal. Esta lección extrema amplifica el umbral de tolerancia de la sociedad hacia el resto de dimensiones de la violencia machista, que en comparación al cruel escenario de muerte resultan minimizadas.

Finalmente, el ejercicio repetitivo establece que el feminicidio es una realidad impune en el país. La respuesta omisa del estado configura una suerte de institucionalización de la violencia feminicida que legitima la violencia sistemática contra las mujeres, garantiza mecanismos de negligencia gubernamental para los agresores y criminalización para las víctimas. A la vez constituye la instalación del miedo como filtro para la intervención estatal, sirviéndose de su instrumentalización como estrategia de disciplinamiento social dirigida tanto para quienes involuntariamente asisten a este ejercicio de espectacularización del feminicidio, como para las mujeres organizadas, a quienes desmoraliza e intenta desmovilizar.

Apuntamos entonces dos elementos de comprensión sobre este modelo de violencia que se expande por México. En primer lugar, el reconocimiento de que la condición de posibilidad para la desaparición de mujeres es la existencia de una infraestructura y un organigrama de complicidades que incluye, para el caso de Juárez, pero que habría que explorar para otros contextos del país; a comerciantes, estructuras de la economía criminal, policías municipales, estatales, federales y a las Fuerzas Armadas. Dicha estructura incluye tareas de investigación sobre las adolescentes a ser desaparecidas y conexiones con otros lugares del Estado de Chihuahua y de Estados Unidos. Las mujeres secuestradas han sido destinadas para ser explotadas sexualmente (por sus captores, autoridades y fuerzas federales) y para fungir como vendedoras de estupefacientes.[iii]

En segundo lugar, reiteramos el carácter de Juárez como laboratorio de estas prácticas porque durante más de veinte años, las autoridades han experimentado la manera de tratar con las familias de las víctimas; formando comisiones, creando fiscalías especializadas, otorgando financiamientos a Organizaciones No Gubernamentales, entregando restos falsos, alterando los restos antes de la realización de peritajes externos y/o independientes, otorgando becas y apoyos económicos a las familias de las víctimas, dividiendo a las organizaciones, acosando y torturando psicológicamente a familiares de las víctimas, administrando la muerte y el dolor. También les ha permitido aprender a sortear un legítimo, tenaz y creativo movimiento de oposición a esta política de muerte y a eludir las presiones nacionales e internacionales, al asumir que, en México, la justicia simplemente no existe.

El feminicidio y la sofisticación de las violencias machistas en México y América Latina reeditadas por la guerra, imponen una amenaza constante y específica hacia la vida de niñas y mujeres, volviendo la supervivencia cotidiana un acto de resistencia. No obstante, en la otra cara del escenario de emergencia, se manifiesta un acelerado auge de los espacios de organización política de y para mujeres. El caso de Juárez es emblemático en la región también como referente de reflexión y de lucha, no solo por ser el primer lugar donde comenzó a ser denunciado el feminicidio, sino por el movimiento de mujeres que se creó ahí en exigencia de justicia en múltiples dimensiones del conflicto, desde la búsqueda de los cuerpos de las víctimas, hasta la reivindicación de la construcción de una memoria colectiva contra la impunidad.

La experiencia en Ciudad Juárez nos constata la necesidad de profundizar la agenda política, subvertirla hacia el amplio espectro de las violencias estructurales para romper la inercia asesina del capitalismo contemporáneo. Pero sobre todo, evidencia la vigencia de los espacios de organización feminista que durante las últimas décadas han apostado por desarticular todas las relaciones de poder, sistemas de conocimiento e imaginarios basados en la dominación, la guerra y la crueldad. En la actualidad estos se expresan con mayor visibilidad en una inmensidad de pequeños esfuerzos colectivos y redes, aún con muchas dificultades, pero que marchan juntas en caminos comunes sobre todo el continente.



Referencias bibliográficas

Berlanga, Mariana. (2018). Una mirada al feminicidio. México: Ítaca.

Butler, Judith. (2006). Precarious Life. The powers of Mourning and violence. Nueva York: Verso.

Martínez, Prado, Hérika (2018) “En 25 años van 1,779 feminicidios en Ciudad Juárez”, El Heraldo de México, 15 de febrero.

Monárrez, Julia (coord). (2013). Geografía de la violencia en Ciudad Juárez, Chihuahua. México: Colegio de la Frontera Norte.

---------------------(coord). (2015). Vidas y territorios en busca de justicia. México: Colegio de la Frontera Norte.

Rubin, Gayle. (2011). Deviations. Estados Unidos: MyiLibrary.

Sassen, Saskia. (2003). Contrageografías de la globalización, Género y ciudadanía en los circuitos transfronterizos. Madrid: Traficantes de sueños.

Segato, Rita. (2016). La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficantes de sueños.

ONU Mujeres. (2012). Violencia feminicida en México. Características, tendencias y nuevas expresiones en las entidades federativas, 1985-2010. México: Instituto Nacional de las Mujeres.




[i] El género se entiende desde la teoría feminista como el campo primario a través del cual se articulan las relaciones de poder en la sociedad heteropatriarcal, donde los sexos están jerarquizados, y se despliega en todas las dimensiones de la sociabilidad un predominio de lo masculino sobre lo femenino. El género es en este sentido lo que determina una de las primeras formas de poder a la que nos enfrentamos en esta sociedad, es la asignación cultural y política a partir de un registro médico biológico: el sexo


[ii] Nos referimos al Juicio Oral 267/2014 en el que se condenó a cinco integrantes del grupo Los Aztecas por la desaparición y asesinato de once jóvenes encontradas en el Valle de Juárez. Consultar Sandra Rodríguez Nieto, “Juicio Oral por feminicidio en Juárez implica a militares; las usaban para placer: testigo”, Sin Embargo, 28 de junio de 2015 y Luis Fierro, “Concluye el “Juicio del Siglo” contra feminicidas en Ciudad Juárez, El Universal, 19 de julio de 2015.


[iii] Sandra Rodríguez Nieto, “Los llanos de la barbarie, desde el epicentro de la red de trata”, Sin Embargo, 06 de julio de 2015 <http://www.sinembargo.mx/06-07-2015/1402394>

Publicado originalmente en la revista CEPA de colombia, núm. 28

viernes, 19 de abril de 2019

David Barrios Rodríguez, Brasil ante el gobierno Bolsonaro: Catástrofe y afrenta contra la vida


Brasil ante el gobierno Bolsonaro: Catástrofe y afrenta contra la vida

David Barrios Rodríguez

Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, UNAM, México


Ya no se molestan en arrogarse legitimidad. Se han sacudido de encima la razón. Lo que los absorbe es el poder y el estupor del poder. Comer y beber, masticar vidas, eructar…Sentados en círculo, debatiendo pesadamente, emitiendo decretos como mazazos: muerte, muerte, muerte.

JM Coetzee, La edad de hierro


El Brasil contemporáneo que no funcionó (não deu certo)




A comienzos del Siglo XXI gracias al triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva, Brasil formó parte, con posterioridad al triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela y casi de manera simultánea con el de Néstor Kirchner, del proceso regional de avance de gobiernos que en ese contexto fueron denominados progresistas o posneoliberales. Además de ello, dicho recorrido lo había situado como líder regional indiscutido y lo llevó a contar con la sexta economía más importante del mundo, siendo ubicado junto con otras potencias emergentes en el bloque de países conocidos como BRICS.[i] Después de más de 10 años de construcción de la imagen sobre el “milagro” brasileño, entre 2013 y 2016, justo cuando todas las miradas se enfocaban en ese lugar, el país parecía colapsar de manera acelerada.

Las movilizaciones de Passe Livre fueron el comienzo del cisma en los gobiernos PT, en ese caso en contra de un incremento en el coste del transporte y que ramificaría en otras expresiones de lucha social. Una de mucha relevancia es contra la militarización y la violencia policial, dos de los rasgos más preocupantes del proceso brasileño contemporáneo. Estrechamente vinculada con la anterior, está la reivindicación del derecho a la vida por parte de sectores afrobrasileños a través de iniciativas y campañas como Vidas Negras Importam! o Reaja ou será mortx!. También se articularon movimientos contra la dilapidación de recursos para la realización de obras de infraestructura relacionados con el cierre del ciclo de 10 años de megaeventos que intentaban proyectar al país como una potencia mundial gracias a la organización consecutiva de la Copa Mundial de Fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos y Paralímpicos Río 2016.[ii] Al mismo tiempo una derecha emergente comenzó a salir a las calles al tiempo que tomaba fuerza una agenda conservadora.

El 2016 fue un año especialmente convulso para Brasil. En lo que puede ser considerado una nueva etapa en el proceso de restauración del poder de clase que ha acompañado la implementación del neoliberalismo en la región, la potencia latinoamericana sería también escenario del ciclo de derechización regional, cuando se impulsó el proceso de impeachment a Dilma Roussef, quien sucedió a Lula como presidenta del país a partir de 2011. De esta forma en Brasil asistimos a la reedición de un fenómeno que con distintas modalidades ha sido implementado en otros lugares del área y que se caracteriza por el recurso de estrategias que podemos identificar como lawfare en su acepción de “…el uso de la ley como medio para conseguir lo que de otra forma requeriría la aplicación de la fuerza militar tradicional” (Dunlap, 2017). En ese registro se pueden ubicar los golpes cívico-parlamentarios ocurrido en Paraguay (a través del juicio a Fernando Lugo con posterioridad a la masacre de Curuguaty) y Honduras (deposición de Manuel Zelaya después del intento de realizar una encuesta para modificar la constitución). En el caso particular de Brasil el recurso institucional del impeachment y la ulterior persecución a Lula está relacionado con la generación de una supuesta cruzada anticorrupción.

A esto hay que agregar la conformación de un bloque social y empresarial que empezó a manifestarse y mostrar descontento con los gobiernos del PT. Con anterioridad al proceso electoral de 2018 que llevó a la presidencia a Jair Bolsonaro del Partido Social Liberal (PSL) una suerte de reacción de clase comenzó con el ataque frontal a los sectores populares, segmentos y reivindicaciones de la diversidad sexual, así como a distintas vertientes feministas, así como a cualquier expresión social identificada con la izquierda política. En este recorrido también tomó parte un extendido descontento con el comportamiento del sistema de partidos, al que se agregaron los límites mostrados por el modelo económico, lo que derivó en una crisis económica iniciada en 2014 y la adopción de medidas de austeridad que se mantienen hasta la actualidad.

Sobre los diversos escándalos de corrupción que habían iniciado desde mediados de la década pasada (entre ellos el mensalão), está claro que han sido convenientemente utilizados con objetivos políticos, y que todos tienen preparada una daga para traicionar a los demás. El mecanismo de la llamada “delación premiada” ha asegurado que altos jerarcas de empresas envueltas en fraudes, lavado de dinero o tráfico de influencias reduzcan sus condenas de manera sustancial. Más que un medio de promoción de la justicia se alude a que funciona, guardadas todas las distancias, como la tortura, en el sentido de que los beneficiados reaccionan ante tales ofrecimientos entregando personas que pudieran no haber delinquido. No está de más señalar que tanto esa figura jurídica como la Ley Antiterrorismo (con algunos vetos) fue firmada por la propia Dilma Roussef, lo que a la postre significó otorgar herramientas jurídicas a los que ahora controlan el país.

Por último, pero no menos importante, Brasil domina las estadísticas globales en lo que se refiere a fenómenos de violencia directa. Con 63 mil 895 asesinatos en 2017 estableció una marca de 175 eventos de este tipo por día y con una tasa de 30.8 por cada cien mil habitantes. En materia de denuncias sobre desaparición de personas, sólo para 2017 Brasil tuvo un registro de 82 684 (Fórum Brasileiro de Segurança Pública, 2018). Este proceso que tiene profundas raíces en la desigualdad, clasismo y racismo brasileño, es procesado en términos sociales y utilizado gubernamental y mediáticamente como una “crisis” de seguridad. Entre otras cosas esto está vinculado con que Brasil comparte el recorrido regional y mundial respecto a la introyección de un sentido eminentemente patrimonial e individual de la seguridad, en el marco del desmantelamiento de los mecanismos de protección colectiva. Esto ha posibilitado la creación de un caldo de cultivo tanto para la generalización de políticas de “mano dura”, como para el reforzamiento de lo que en palabras de las poblaciones afectadas se presenta como un genocidio sobre habitantes de las favelas que son también de sectores populares y en su mayoría descendientes de esclavos africanos traídos al continente durante el periodo colonial. Para el diagnóstico del país también debemos incorporar los elevadísimos y crecientes niveles de violencia contra mujeres y expresiones de los sectores LGBTI.

Aunque los elementos señalados hacen parte de un comportamiento general, el asesinato de Marielle Franco resulta un ejemplo significativo de estas formas de violencia que se profundizan en el Brasil actual: regidora oriunda de Maré, abiertamente lesbiana, negra, crítica de las incursiones policiacas sobre las favelas (así como de la presencia de las Unidades de Policía Pacificadora) y quien había sido electa como relatora de la comisión que supervisaría la intervención de las fuerzas de seguridad federales en Río durante 2018. Cuando se conmemora un año de su ejecución, se sabe que los pistoleros eran parte de una organización denominada “Oficina del crimen” (Escritório do crime). Los dos sospechosos detenidos tenían antecedentes como integrantes de las fuerzas represivas del Estado (uno ex policía jubilado y el otro ex militar). También ostentan vínculos con las milicias de Río de Janeiro, así como con uno de los hijos de Jair Bolsonaro (Flávio quien ahora es senador e hijo mayor del presidente). El legado de Marielle ahora es un símbolo recuperado por activistas y luchadores sociales como un ejemplo del desafío que presentan los tiempos que corren.

Avance de la derecha planetaria y autoritarismo social

El triunfo electoral de Jair Bolsonaro se avecinó como una catástrofe. En un contexto de gobiernos latinoamericanos como los de Iván Duque, Sebastián Piñera o Mauricio Macri; se agregan personajes como Rodrigo Duterte en Filipinas y desde luego Donald Trump. En relación a ello resulta elocuente y preocupante que existan visiones que señalan que lo que anuncia Brasil es incluso peor que lo visto en dichos gobiernos, a tal grado que se ha aludido a que el ahora presidente Bolsonaro encarna la “vanguardia apocalíptica” (Brum, 2019).

Estos gobiernos se insertan en un contexto general de avance de expresiones que podemos identificar como de derecha, pero que también ha sido denominada como fascista. Sobre esto y en relación al contexto europeo y de Estados Unidos (pero que comparte algunos rasgos con el proceso latinoamericano reciente), uno de los mayores especialistas en la materia, el italiano Enzo Traverso, nos advierte sobre la imprecisión de denominar fascistas a expresiones contemporáneas tan disímiles, aunque identifica que parten de “una matriz antifeminista, negrófoba, antisemita*, homofóbica”.[iii] Para Traverso, fenómenos como Donald Trump, Liga del Norte (Italia), Frente Nacional (Francia), Alternativa (Alemania), Amanecer Dorado (Grecia) o Partido de la Libertad (Austria) podrían ser albergados dentro de la noción “posfacismo”, mismo que consistiría en “…un régimen de historicidad específico-el comienzo del Siglo XXI- que explica su contenido ideológico fluctuante, inestable, a menudo contradictorio, en el cual se mezclan filosofías políticas antinómicas” (Traverso, 2018). El también especialista en la violencia dentro del siglo pasado, apunta que una de las mayores diferencias entre el fascismo italiano, nacional socialismo y falangismo, con las expresiones contemporáneas de derecha radical o ultraderecha es que en la actualidad, los efectos del neoliberalismo han promovido un ambiente de época en que el individualismo es la condición de la organización social, basada en la competencia con los otros, a diferencia de los fascismos históricos que aun con diferencias notables, compartían y promovían una visión orgánica de la sociedad a través de la religión, el nacionalismo, el anticomunismo o una combinación entre estos elementos.

Sobre esto sólo es necesario incorporar un par de cuestiones. Por un lado, que lo más preocupante de estos gobiernos no son los personajes, sus alocuciones o aspavientos, sino la “colección” agregativa de personas, en la mayor parte de los casos actuando de manera dispersa, que impelidas por el miedo, los prejuicios o el clasismo/racismo amplifican sus discursos y prácticas. Uno de los rasgos que ha permitido observar el proceso brasileño, pero del cual debería quedar un aprendizaje general, es lo cruciales que resultaron las redes sociales y los sistemas de mensajería instantánea, tanto para difundir los lemas de odio del candidato a la postre ganador, como para viralizar noticias falsas sobre sus contrincantes. Analizar estos fenómenos resulta indispensable para aproximarnos a la conformación de las bases sociales de la intolerancia y el autoritarismo. En lo que respecta específicamente a Bolsonaro, es destacable el hecho de que obtuviera más de 55 millones de votos, lo que le otorgó casi 10% de ventaja en la segunda vuelta electoral sobre Fernando Haddad del PT en lo que es considerada la cuarta mayor democracia del mundo por su número de electores (Watts, 2018). También destacan integrantes de su gabinete que representan un grupo de funcionarios capaces de plantear cosas como que el calentamiento global es una conspiración marxista (Ministro de Relaciones Exteriores), abogar por la generalización en el uso de agrotóxicos (Ministra de Agricultura), o que a partir de este momento en Brasil los niños vestirán de azul y las niñas de rosa (encargada del Ministerio de Familia, Mujeres y Derechos Humanos).

Una derivación más de esa lógica general, pero que impacta con fuerza a Brasil es la radicalización de los elementos securitarios. La definición de enemigos sociales encuentra en migrantes, población oriunda del pasado colonial, mujeres y sectores de la diversidad sexual los chivos expiatorios para el desahogo de atavismos y frustraciones colectivas resultado del comportamiento sistémico, pero que son redirigidas hacia sectores poblacionales como los referidos.

Quizá uno de los elementos que también son compartidos por el arribo de estos gobernantes, así como de la clase política que los rodea y que señalo de manera descriptiva, es que se trata de expresiones que adquieren un carácter político, al mismo tiempo que son encabezadas por personas que de manera constante hacen gala de su ignorancia.
La agenda geopolítica

Ya desde el gobierno golpista de Michel Temer un acercamiento entre las Fuerzas Armadas brasileñas y el Comando Sur de Estados Unidos estaba teniendo lugar. El ejercicio Amazonlog y una serie de acuerdos posteriores (Ceceña y Barrios, 2017) fueron coronados con la propuesta de incorporar en marzo de este 2019 a un General de División brasileño para servir como Comandante Adjunto para la Interoperabilidad del Ejército del Sur de Estados Unidos. Se trata del General de Brigada Alcides Valeriano de Faria Junior, hasta ahora jefe de la Quinta Brigada de Caballería Blindada de Ponta Grossa, Paraná, quien se ha especializado en actividades de comunicación y relaciones entre medios de comunicación y Fuerzas Armadas (Agência Verde-Oliva, 2018). La postura frente al Congreso por parte del Comandante Craig Faller del Comando Sur, incluyó a Brasil como uno de sus principales aliados en la región, lo cual se verifica en la participación en diversos ejercicios militares con la potencia del Norte (Southcom, 2019).

En el ámbito diplomático este alineamiento con Estados Unidos se confirma con la actitud adoptada ante Venezuela, haciendo comparsa respecto al discurso construido en torno a la ayuda humanitaria y para la cual se ha implementado la Fuerza de Tarea Logística Humanitaria llamada Operación Acogida en el estado de Roraima, limítrofe entre ambos países. En un tono similar, desde antes del arribo de Bolsonaro se dio el retiro de alrededor de 8 mil médicos cubanos que a través de convenios con los gobiernos del PT habían realizado servicios médicos en distintas zonas del país.

Un gobierno militar con una sociedad militarizada

Bolsonaro, quien fue capitán del Ejército brasileño, ha colocado en puestos significativos de su gabinete a integrantes y ex integrantes de las Fuerzas Armadas. Su Vicepresidente, Hamilton Mourão es general retirado y al igual que el presidente ha realizado declaraciones expresando nostalgia por la dictadura que entre 1964 y 1985 gobernó al país. De los 22 Ministerios de gobierno ocho son ocupados por militares, sin considerar los cargos de menor relevancia.

También han salido a la luz prácticas corruptas y violaciones a los derechos humanos vinculadas con el bloque en el poder. Un ejemplo significativo es la relación entre militares y policías con el ex diputado estatal de Río de Janeiro y actualmente senador por el PSL, Flávio Bolsonaro.[iv] Ostenta el registro de haber condecorado entre 2003 y 2018 a 23 militares y policías ante la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro que después fueron enjuiciados por distintos cargos. Entre los delitos cometidos se cunetan corrupción, lavado de dinero, pero mucho más importante vínculos con las milicias y homicidio. (Mazza, 2019). En ese sentido también fue ilustrativo el nombramiento en un cargo oficial, realizado el 31 de enero pasado por parte de Jair Bolsonaro, de un destacado integrante de los Escuadrones de la Muerte que operaron entre la década de los años ochenta y mediados de la del dos mil, lo que constituye otro rasgo de la política de muerte que alienta su gobierno. Se trata de Carlos Humberto Mannato, designado Secretario Especial para la Cámara de Diputados quien fue miembro del capítulo Espíritu Santo de la llamada Scuderie Le Cocq surgida a mediados de la década de los años sesenta en Río de Janeiro. En el estado nordestino a dicha organización se le atribuye el asesinato de 1, 500 personas y ser el brazo armado del crimen organizado en esa región durante el periodo referido (Jornalistas Livres, 2019).

De manera paralela, la militarización corre socialmente a través del enfrentamiento que desde hace décadas tienen las facciones de tráfico (destacan Comando Vermelho y Primeiro Comando da Capital) entre sí y con los aparatos del Estado. Una confrontación bélica de carácter irregular, basada en procesos de territorialización llevados a cabo por todos los actores, que siendo paradigmática, remite a lo que ha ocurrido en ciudades de la región como Medellín, San Salvador o San Pedro Sula. A partir de comienzos de la década pasada, en lo que refiere a Brasil, a esta ecuación se agregó el componente de las milicias, grupos originalmente presentados como expresiones de seguridad privada informal contra las facciones de tráfico y que paulatinamente fueron revelando su verdadero comportamiento y composición. Se trata de grupos conformados a partir del reclutamiento de militares y policías en activo o en retiro, o del también militarizado cuerpo de bomberos, así como guardias del sistema de prisiones. De manera paulatina, estos grupos fueron regulando comportamientos, monopolizando actividades económicas, como el transporte local o los servicios de distribución de gas o televisión por cable; además del consabido cobro por protección, similar a las vacunas colombianas y los derechos de piso mexicanos. También se han involucrado de lleno en el tráfico y distribución de estupefacientes y ahora forman clientelas políticas que controlan porciones importantes de ciudades como Río de Janeiro.

Para cerrar con la pinza que se cierne sobre sectores empobrecidos de la población brasileña, la institucionalización del asesinato de la población pobre, negra y favelada agrega cada vez mayores y más peligrosos elementos. Brasil ya ostentaba el registro de contar con la policía más asesina del mundo desde hace años, en 2017 más de 5 mil personas muertas por la intervención de esta institución, lo que equivale a 14 personas por día. Ahora a esto se agrega el paquete anticrimen del juez Sergio Moro (premiado por llevar adelante el caso Lava Jato con el nombramiento de Ministro de justicia); que ante el uso de armas por parte de la policía incorpora el argumento de la actuación en “legítima defensa”. El llamado Código Moro introduce la subjetividad de los policías en el sentido de considerar la amenaza, el miedo y otras emociones como justificación de la acción armada. Esto tiene como antecedente la denominada “gratificación del lejano oeste” (gratificação faroeste), que en la década de los noventa fue impulsada en Río de Janeiro durante el gobierno de Marcelo Alencar y que premiaba actos de “bravura” policiaca, entendida como las acciones de elementos de la corporación que culminaban con el cuerpo del sospechoso sin vida en el suelo. En el hilo de ideas que se anunciaron al inicio de este texto, lo más preocupante no es la medida propuesta, sino el respaldo social que le da una aprobación del 62%. Si esto no fuese suficiente, Bolsonaro mismo realizó un decreto de ley que facilita la posesión de armas en viviendas y centros de trabajo, y que sólo requiere de un registro ante la Policía Federal del país. Además de agentes públicos del área de seguridad pública (incluyendo inactivos), contempla a los de administración penitenciaria, militares y ex militares, residentes en áreas rurales (lo cual representa una amenaza para movimientos campesinos y defensores del territorio) y de áreas urbanas con tasas por encima de los diez asesinatos por cada cien mil habitantes, titulares o responsables legales de establecimientos comerciales o industriales, entre otros. Podrán adquirir hasta cuatro armas de fuego de uso permitido, e incluso en mayor cantidad en caso de comprobar su necesidad. Sin embargo, los elementos señalados no deben hacernos ignorar que existen otros desafíos vinculados con el recorrido contemporáneo del gigante sudamericano.

Una amenaza contra la vida

Otro ámbito que ha generado preocupación del arribo de Bolsonaro es su agenda depredadora de la naturaleza y de reforzamiento del modelo extractivista sobre los bienes naturales. En una trayectoria que se puede ubicar desde el año 2013, cuando durante el gobierno de Roussef se legisló a favor de la deforestación, amnistiando a quienes realizasen dicha práctica en pequeñas propiedades, se registra un incremento sostenido de estas actividades (Phillips, 2018). A ello hay que agregar la disminución en el presupuesto de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) y la suspensión de los procesos de demarcación de tierras, lo que produjo enfrentamientos y descontento de pueblos indígenas desde hace tiempo. De manera más general, antes de la elección de Bolsonaro, Brasil cumplía una década de ser el país más peligroso para defensores del territorio y el medio ambiente.

Esto se debe a la actuación de intereses económicos sobre distintos entornos naturales, como ocurre con pescadores, taladores y garimpeiros (extracción artesanal de minerales) todos ellos que habiendo actuado fuera de la ley, han recibido ofrecimientos de Bolsonaro en torno a poder realizar estas actividades sin ser perseguidos. El cambio es de perspectiva y de profundización de un fenómeno que ya estaba en marcha. El actual presidente ha ofrecido acabar con las legislaciones que protegen los territorios indígenas del Amazonas, e ignorar a los grupos ambientalistas (así se trate de ONG´s) acusándolos de actuar en contra de los intereses nacionales. Su malthusianismo involuntario lo ha llevado a señalar que el cambio climático es resultado de un exceso de población. El argumento adicional, claro ejemplo del racismo y clasismo enarbolado por el ex capitán del Ejército de Brasil, es que “las minorías se deben adaptar a las mayorías o desaparecer”. El ataque a la vida no puede ser más evidente, si consideramos que los territorios indígenas dentro del Estado brasileño (alrededor del 13%) han sido la frontera al avance de la deforestación de la selva y los bosques tropicales con sólo el 2% de sus sistemas de vida afectados (Maisonnave, 2018).

En otra dimensión de la problemática, se puede considerar el ataque a la previsión o seguridad social. Esto venía del interregno de gobierno del golpista Temer con el Proyecto de Enmienda a la Constitución o PEC 50, de manera elocuente renombrada por el movimiento social como del “fin del mundo”, que colocó un techo al presupuesto en gasto social (salud, educación, seguridad social) por 20 años. Fue finalmente aprobada el 15 de diciembre de 2016. De manera más reciente fue presentada una nueva reforma que establece como edad mínima de jubilación para trabajadores y trabajadoras los 65 años de edad y con por lo menos 25 de antigüedad. Esta modificación incluye a trabajadores de empresas privadas, servidores públicos federales y políticos. Por fuera de esta modificación quedan los militares, así como los servidores estatales y municipales.

El presente de Brasil sin lugar a duda genera temor, no sólo por su proceso interno sino por lo que irradia en términos regionales y mundiales. Eso no debe hacernos omitir el hecho de que la trayectoria en la que se encuentra el país sudamericano provenía de procesos rastreables durante los gobiernos del PT, lo cual debe ser una enseñanza para las izquierdas latinoamericanas y especialmente para los movimientos sociales y colectividades que se encuentran en la línea de frente de la lucha por la defensa de la vida.

Fuentes consultadas

Agência Verde-Oliva (2017) “Futuros comandantes são orientados no relacionamento com a mídia e gerenciamento de crises de imagem”, Ejército Brasileño-Ministerio de defensa, 05 de octubre <http://www.eb.mil.br/amazonlog17/noticias/-/asset_publisher/BsJDxIc4XCbS/content/futuros-comandantes-conhecem-mais-sobre-relacionamento-com-a-midia-e-gerenciamento-de-crises-de-imagem-/8032597>

Brum, Eliane (2019) “He’s been president a week – and already Bolsonaro is damaging Brazil” The Guardian, 10 de enero

Ceceña, Ana Esther y Barrios, David (2017) “Venezuela ¿invadida o cercada?, 06 de noviembre, Quito <https://www.alainet.org/es/articulo/189031>

Dunlap, J., Charles (2017) “Lawfare 101. A Primer”, Military Review (mayo-junio), Army University Press, Kansas.

Fórum Brasileiro de Segurança Pública (2018) Ánuario Brasileiro de Segurança Pública, São Paulo.

Jornalistas livres (2019) “Ex-membro do Esquadrão da Morte é nomeado para integrar Governo Bolsonaro” 02 de febrero.

Juca Guimarães (2019) “Pacote “anti-crime” de Moro aumenta a segregação social, diz sargento da PM”, Brasil de Fato, 03 de marzo

Mazza, Luigi (2019) “Os condenados e os condecorados”, Folha de Sao Paulo, 22 de febrero.

Maisonnave, Fabiano (2018) “Amazon at risk from Bolsonaro's grim attack on the environment”, The Guardian, 09 de octubre

Nassif, Luis (2019) “O mapa do Estado de Exceção”, Jornal GGN, 27 de febrero

Phillips Dom (2018a) “'A devastating scenario': Brazil sets new record for homicides at 63,880 deaths” The Guardian, 09 de agosto

________________(2018b) “Brazil records worst annual deforestation for a decade”, The Guardian, 24 de noviembre

Sotelo Felippe Marcio (2019) “A barbárie como projeto”, Jornal GGN, 02 de marzo

Southcom, “Posture Statement of Admiral Craig S. Faller Commander, United States Southern Command before the 116th Congress Senate Armed Services Committee”, 07 de febrero <https://www.southcom.mil/Portals/7/Documents/Posture%20Statements/SOUTHCOM_2019_Posture_Statement_Final.pdf>

Traverso, Enzo (2018) Las nuevas caras de la derecha, Siglo XXI, Buenos Aires. Epub.

Watts, Jonathan (2018) “Trump joy over Bolsonaro suggests new rightwing axis in Americas and beyond”, The Guardian, 29 de octubre




[i] Integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, se trata de potencias que basan su crecimiento económico e influencia en sus respectivas regiones a partir de las posibilidades demográficas con las que cuentan y que configuran mercados internos poderosos, a lo que hay que agregar un destacado proceso de reestructuración económica que oscila entre la exportación de manufacturas y de bienes primarios.


[ii] El ciclo comenzó con los Juegos Panamericanos Río 2007 y continuó con los Juegos Mundiales Militares (2011), la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable Rio+20 (2012) la visita del Papa en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud – JMJ (2013). Ese mismo año se llevó a cabo la Copa Confederaciones y el ciclo finalizó con los dos megaeventos deportivos más importantes del mundo señalados.


[iii] El propio Bolsonaro se alejaría del carácter antisemita del posfacismo propuesto por Traverso, toda vez que ha mostrado afinidades e interés de acercamiento con Israel. Las religiones evangélicas son cercanas a ciertas versiones del sionismo lo cual en parte explica porque dos presidentes latinoamericanos, Jimmy Morales y Bolsonaro quienes profesan ese tipo de cultos, han declarado su intención de trasladar sus respectivas embajadas a Jerusalén, lo que en los hechos es una afrenta contra el pueblo palestino y la consolidación de su Estado. Guatemala realizó el traslado en mayo de 2018.


[iv] Al propio Bolsonaro Jr. le estallaron de manera reciente casos de corrupción relacionados con la adquisición de 19 inmuebles en las áreas más caras y valorizadas de Río de Janeiro, Zona Sur y Barra de Tijuca.



Publicado originalmente en la revista, CEPA de Colombia nom, 28

jueves, 18 de abril de 2019

Juan Gelman entre el exilio y el destierro, memoria y luz

Juan Gelman entre el exilio y el destierro, memoria y luz



Si bien Eduardo Galeano en el prólogo de para el poemario Hechos [Buenos Aires/ Roma 1974-1978] es tajante y dice. Esta boca canta y hace cantar. Habla de combates y dignidades... Es un hecho que BAJO LA LLUVIA AJENA poemario que titula el mismo libro es verdadero canto de protesta como ya lo advierte Galeano poema que se traza en el exilio de Roma dentro de tantos exilios que tuvo el poeta en su andar por la tierra, Gelman al igual que su poema es vive en carne propia lo que es ser arrancado de su propia tierra y el poema se vuelve nostalgia tango memoria de un tiempo que se niega a desaparecer, es entonces cuando el fusil la palabra del poeta revienta la cabeza de las dictaduras más atroces sito; Vinieron dictaduras militares, gobiernos civiles y nuevas dictaduras militares, me quitaron los libros, el pan, el hijo, desesperaron a mi madre, me echaron del país, asesinaron a mis dos hermanitos, a mis compañeros los torturaron, deshicieron, los rompieron. Poema de alto grado de importancia a lado de, Piedra de sol de Octavio Paz y de residencia en la tierra Pablo Neruda, importante para reconstruir la memoria histórica de américa latina aun con las venas abiertas, bajo la lluvia ajena cumple con el perfil de un poeta y un poema que lejos de aparecer en los focos de muchas ponencias frías dictadas en la aulas por una sociedad incapaz de poner el cuerpo antes sus ideales Juan Gelman, lo hace, porque muchas batallas se perdieron en este camino y una que siempre hemos ganado y es cuando el poeta rompe el silencio y dice: Yo no me voy avergonzar de mis tristezas, mis nostalgias. Extraño la callecita donde mataron a mi perro, y yo lloré junto a su muerte, y estoy pegado al empedrado con sangre donde mi perro murió, existo todavía a partir de eso, soy eso, a nadie pediré permiso para tener nostalgia de eso. Así en el poemario bajo la lluvia ajena, la nostalgia es lejanía el amigo todo lo que cuerpo extraña a la distancia.

Carlos Macías Esparza

jueves, 11 de abril de 2019

Los pájaros tren cartas con nueva dirección

Los pájaros tren cartas con nueva dirección


                                         fotografia Adrana Tafolla

ahora tal vez ahora Dios crea en mí
La ventana y el umbral/ Armando Vega-Gil


Hace tiempo nos regalaron un libro de Armando Vega-Gil, La ventana y el umbral sería como en el 2011, su poemario me pareció muy ácido algo oscuro pero de alguna manera entendía lo de la ventana y el suicidio pues o en ese tiempo reflexionaba un poema similar pero no tan largo, un año atrás lo conocí 2010 en la Ciudad de Hermosillo Sonora en las Horas de Junio encuentro de escritores, cuando entramos al hotel el tocaba el piano y le gente se detuvo a escucharlo tocaba una pieza clásica se paro y algunos le pidieron la foto y mi hermano con esa determinación se lanzó sobre el piano y Armando le dijo con una acentuación chistosa tu melodía es muy macabra amigo.


Al siguiente dia nos paramos muy crudos y fuimos a desayunar al hotel hay estaba el solo con un café y el periódico, ese día ya de noche después de las lecturas se hicieron los tragos en los cuartos del hotel por alguna razon armando llego al cuarto y se sentó nos hacia reir mucho, después de tiempo me di cuenta yo mismo que era el integrante de Botellita de Jerez, bien no lo comente supongo que los demás lo sabían, de repente y de sorpresa dio con las copias de los poemas de mi hermano y míos se alejó un poco del ruido y los leyó faltaron minutos para su veredicto- Escriben muy triste cabron deberían escribir alegre son muy mocosos para pensar en cosas como la muerte, vivan la vida ya habrá tiempo para amargarse. Al poco tiempo se marcho a dormir al siguiente día nos iríamos a guaymas a terminar el encuentro.


Ya al siguiente dia en autobús que nos llevaría a armando se sentaria justo a delante de nosotros y sonó una rola de los Creedence que cantaría poca madre llegamos a la playa, entre la cerveza y las charlas mi hermano se separó del grupo mucho hasta que el buen Armando se percató de algo raro, wuey me dijo tu hermano esta muy lejos tiene rato solo y yo le comente algo muy difuso y me dijo ni madres vamos por el y no fuimos llegamos a él y si lo había picado una agua mala estaba muy jodido lo levantamos y lo llevamos llego una ambulancia y yo me marche con el pronto estuvo bien, nadie quiso entrar después fue el rebelde de armado el entro al mar entró y salió horas después se me acercó y pregunto cómo sigue tu hermano? bien le dije y se marcho nos vemos prontos macros me dijo como sabiendo que se podría hacer una buena amistad y si tiempo no lo toparíamos un par de veces muy esporádicas pero esas platicas por correo y las últimas que se quedan guardadas en el corazón.



Carlos Macias Esparza